31.1.11

Ablución nocturna. El innoble cristal que contiene el elixir del olvido. Ablución nocturna.

A V.

Con nostálgica resignación y de corrido...


Allá va mi compañero de clausuras, transformando lo que fue, lo que vanamente escribía resignado, a veces con tal ponderación que la tinta no salía de sus manos. Desconozco cuando decidió olvidar, pero en la distancia le envidio la guapeza, o sólo ansío su inmanente cobardía.
Amo y esclavo de su destino, una persona más compleja, amistades versadas, condescendientes y fotogénicas, viajes, música, letras, quizá mujeres en las que ya no se reconoce patético, triste, tan indigno. Tal vez otras historias que contar (o las mismas reeditadas) ¿Habré cambiado yo también?
Quizá, pienso, sólo aprovechó el envión que le regaló la infalible locura. Se fue sin despedidas, sin que lo echaran. Resignó la mellada historia en pos de no volver por los viejos caminos, por las viejas fórmulas que le estallaban en la cara como hacían con sus sueños, sus ansias, su derecho a ser tenido en cuenta. Se burló del desconsuelo, o tal vez, en su obsecuencia, se entregó pacífico al designio de alguien más, un redentor, un brazo puro y noble que lo elevara hacia algo claro y distante.
¿Adónde te fuiste, amigo? – me pregunto. ¿Qué nombre vestirás ahora que parecés ser feliz?


“Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran, me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse.
Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós."
– J. Cortázar

29.1.11

¿Y si de pronto en la entelequia de la rutina me forjara un mundo laberíntico en el que no sea nada más que ínfimas noctilucas yendo de aquí a allá? Un cuadro lleno de paredes rebeldes. Oscuridad, silencio. Pequeños trozos de pensamientos que floten sin ser juzgados, sin ser medidos, simplemente atendiendo al dictado de su propia y llana transparencia. 

Si eso llegara a ocurrir, ¿a dónde van a ir a parar las cartas, el mate amargo, los otros, el micro que pasa justo a las ocho y cuarto, el futuro, el perro que le ladra hasta al dueño, las rejas de la calle, la noción de estar perdiendo plata, la plata, las cosas que trae la plata (la cosas que se lleva), el apuro, la necesidad de no estar solo, las doce páginas de ese libro que abandoné, el árbol seco, la vereda sucia, el calor, el frío, la tarjeta del micro, las llaves, la vecina que limpia la vereda con la manguera? ¿de qué van a servir las monedas que hacen ruido en el bolsillo, la goma y el lápiz, las hojas en blanco, las ruedas de los autos (y los autos), la almohada, los cordones de las zapatillas, las piedras con la que me tropiezo, la función de la puerta, los lugares adonde no debo llegar tarde, los tubos de luz, la obsecuencia de siempre, la tristeza, las palabras, el insalubre café granulado?

Un cuadro lleno de paredes rebeldes. Oscuridad, silencio.

Gente que mira por la ventana

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