3.4.13

Otro


Enero de hace tres años

En un papel arrugado de la estación decía:

Ahora que te veo escapar con otro, tengo la sonrisa de un pato.
No me estoy riendo, pero una rígida mueca me divide la cara en dos. Un lado dice ‘no te vayas' y el otro grita ‘no vuelvas más’.
Soy como un vidrio roto y barato. Soy otro siendo yo.
Mis manos transpiran reproches que nunca dije, mi boca no quiere ni acordarse de vos. Así de parco, no hago nada. Me quedo parado, inmóvil, dejándote ir en tus inefables excusas por las empedradas vías de tu antojo.
Entonces, en mi decepción por todo, me marcho lejos. Me sumerjo resignadamente en el río de la normalidad y vuelvo descolorido a nadar en la distancia que separa mi cobarde impotencia de la sucia razón por la que ya no estás.



Vivir cada día después de soñarte sabe distinto. Es como si toda la incertidumbre de la realidad se riera a carcajadas de mí. Es absurdo, lo sé. Verme ahí parado, buscando tus sobras en un libro, en el plato del perro, en mi anotador. Perdido en una tonta mancha en mi camisa, traspapelado en el desorden de la habitación.
Algunas mañanas, apago la radio cuando alguna letra rebelde se pone a hablar de vos. De tu cuerpo efímero, de tus ojos brillosos, de la extraña manera en que me tratás cuando te das cuenta de que nadie pretende quedarse como quiero yo.
Cada día de éstos se parece demasiado al anterior. ¿O será que siempre vivo en el mismo?
Pasan muchos minutos inciertos desde que abro los ojos y rasco mi barba hasta que entiendo la rutinaria verdad.
Algunas noches me acuesto deseando olvidarte, y, no obstante, es a lo que más le temo. Porque hoy, entre mi almohada y la luz de la mañana, me sigo preguntando: ¿cómo lucirá el mundo cuando te deje ir?



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A los ideales que no saben jugar de otra cosa.
Memorias del comienzo. Año incierto.



Hace siete veranos que no me cierran las cuentas con vos.
Hermosa y delicada. Aguda y dividida.
Cuatro mujeres en una.
Desde que no te miro a los ojos,
los siete veranos,
se me han vuelto
veintiocho inviernos.


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A F. (guardiana de las rosas, esclava del miedo)
¿Que hay detrás de la puerta de mi cuarto? Silencio embarrado en la pared, cuatro tintas, diez sueños y medio, una banqueta, la misma cara de necio, las fotos de antes, veinticinco pesos ahorrados, un pantalón roto, cientodos veces "no debo", una lapicera, una ventana que mira al norte, la misma mentira de siempre: "ya no te extraño"...
Hay luz sobre algo. Lo envenena no ser comprendido. Lo sume en el suplicio de no poder respirar. Pide a gritos agua, le entregan tierra. Se ahoga sabiendo que del otro lado no hay nada. El profundo abismo que alimenta al vacío.
Después de ese absurdo intercambio de ideas con M. se da cuenta de que no tiene sentido hacerse entender con alguien que habla en otra lengua. Que se mueve por otros caminos, que una confesión tiene el mismo significado para ella que la etiqueta de una lata de arvejas en el supermercado. Eso es tremendo.

2.4.13

Memorias de un 6 de julio

Plañidera. Despertar con una palabra en la cabeza.
Mujer a la que se le pagaba para ir a llorar al funeral de una persona.
Plañidera, llorona, lamentatriz. Misterios de la mente humana.

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La radiografía de mi mano. El fondo, el hueso. Algo que no se ve y existe. Las sombras, la textura, los cráteres del blanco con la piel.
¿Y más allá? Sumergirme en el fondo del hueco, en la morada de lo inmediato. Transitar en lo oscuro, en lo vedado. Algo fluye, drena el líquido enfermo que me ataca. Algo que se alivia.
Radiografía de una mano. Alrededor no hay nada.

Gente que mira por la ventana

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