3.4.13



Vivir cada día después de soñarte sabe distinto. Es como si toda la incertidumbre de la realidad se riera a carcajadas de mí. Es absurdo, lo sé. Verme ahí parado, buscando tus sobras en un libro, en el plato del perro, en mi anotador. Perdido en una tonta mancha en mi camisa, traspapelado en el desorden de la habitación.
Algunas mañanas, apago la radio cuando alguna letra rebelde se pone a hablar de vos. De tu cuerpo efímero, de tus ojos brillosos, de la extraña manera en que me tratás cuando te das cuenta de que nadie pretende quedarse como quiero yo.
Cada día de éstos se parece demasiado al anterior. ¿O será que siempre vivo en el mismo?
Pasan muchos minutos inciertos desde que abro los ojos y rasco mi barba hasta que entiendo la rutinaria verdad.
Algunas noches me acuesto deseando olvidarte, y, no obstante, es a lo que más le temo. Porque hoy, entre mi almohada y la luz de la mañana, me sigo preguntando: ¿cómo lucirá el mundo cuando te deje ir?



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A los ideales que no saben jugar de otra cosa.
Memorias del comienzo. Año incierto.


Gente que mira por la ventana

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